OTOÑO EN ALBACETE

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Fiesta del Árbol

sábado, 14 de octubre de 2023

 

EL VUELO. PRIMEROS CONTACTOS CON LA INDIA:NUESTRO AMIGO BADRINATH. LLEGADA A DELHI

II


Todo el grupo ha quedado diseminado, ya que los asientos del avión van numerados. Conchita y yo hemos tenido suerte y compartimos los nuestros con un simpático y locuaz brahamán. Lo descubrimos, poco después, de empezado el vuelo. Acurrucado en su asiento, embutido en un oscuro traje europeo, de estatura pequeñita, con un unos grandes ojos negros que nos miran incesantemente en un claro deseo de entrar en conversación.

- Where are you from?

La clásica pregunta rompe el silencio en un afán de provocar un diálogo que luego duraría prácticamente durante todas las horas del vuelo

Está claro que los viajes rompen los hielos del corazón y acercan a los hombres en un deseo de conocerse mejor, de penetrar en el mundo desconocido que cada persona simboliza y encierra. Es algo verdaderamente excitante, que acrecienta de una manera gigantesca la amistad de los seres humanos y que los enriquece enormemente.

Nuestro amigo se llama Badrinath y por su aspecto físico debe tener unos cincuenta años, aunque calcular la edad de un oriental siempre resulta difícil. Su trabajo en el Ministerio de Comunicaciones de la India le ofrece la posibilidad de viajar regularmente al extranjero, cosa que no sucede con el resto de los indios, a no ser de clases pudientes e influyentes, ya que el gobierno usa una política restrictiva en cuanto a la moneda que se puede sacar del país.

En estos momentos Badrinath viene de Ginebra de un Congreso Internacional sobre Los Medios de Comunicación y viajará con nosotros hasta Delhi. Habla inglés con fluidez y aprovechamos para “exprimirlo literalmente” con nuestras preguntas.

Sabemos que está casado y que tiene dos hijos. Trabaja como médico en un hospital de Delhi y su hija, graduada en Químicas, trabaja en un centro de investigación. Mostramos interés por conocer a su familia como representante de una clase social acomodada, pero resulta imposible, ya que están de vacaciones en el sur del país.

Badrinath nos pone en contacto por primera vez con la religión hindú, en una de sus múltiples sectas. Debido a que pertenece a los brahamins, es vegetariano y, como representante de esta casta, pertenece a la más alta clase social del país, los brahamanes.

Este grupo religioso, al igual que otros grupos, prohíbe toda acción que engendre la violencia y, por esta razón, no pueden comer carne, ya que significa la muerte de un ser vivo que pertenece al contexto de todo lo creado y cuya vida es importante y se ha de respetar. Se queja de los problemas que ha tenido para comer.

Surge en nuestra conversación el tema de las castas y su relación y entre ellas. Nadie de una casta superior mantiene contactos, aunque sean superficiales, con los de una casta inferior.

Esta confesión de Badrinath nos sorprende. Estábamos convencidos que esta serie de prejuicios sociales estaban ya eliminados en la India actual. Pero resulta imposible cambiar la mentalidad milenaria de un pueblo y modificar su comportamiento y actitudes. Las diferencias sociales están muy arraigadas en la comunidad india y aceptarlas con plena naturalidad forma parte de su peculiar idiosincrasia.

Ante nuestra sorpresa, Badrinath nos explica que la sociedad actual, más liberada de las antiguas tradiciones, está empezando a eliminar estas costumbres. Somos conscientes de que es una labor larga y penosa.

Este problema ha acaparado todo nuestro interés y queremos intentar una toma de contacto más directa con la realidad del país, con las mil realidades que el pueblo indio nos va a ofrecer.

Son las cinco de la mañana ,hora española, y aterrizamos en Teherán.

Esta escala está considerada como técnica y tiene como único objetivo repostar combustible. Permanecemos en el aeropuerto durante más de una hora y no se nos permite salir del avión. A través de las ventanillas contemplamos que el aeródromo está lleno de aviones militares de Estados Unidos y nos sorprende y, al mismo tiempo, nos llama mucho la atención.

Desde Teherán el viaje se hace interminable.

Ya amanecido, volamos entre montañas espesas de nubes blancas. Con la cabeza pegada a los cristales de las ventanillas del avión intentamos localizar esos países que en el mapa hemos visto de color rojo, marrón y verde.

Al fondo, apenas imperceptible por las nubes que juegan a ocultar el paisaje, apreciamos  miles de lucecitas como llamas de encendidas y diminutas cerillas. Observamos y deducimos que estamos volando sobre Kuwait. Son los pozos de petróleo en pleno rendimiento.

Más o menos, a las once de la mañana tomamos tierra en el Aeropuerto Internacional de Delhi. Aquí son las dos y media del mediodía. Nos parece imposible que, al fin, estemos ya en la India. Tenemos la sensación de que hemos perdido la noción del tiempo y que no nos creemos que, dentro de poco, nuestros pies pisarán el suelo indio.

Una temperatura de 37 grados nos baña la cara, aunque a mí me parece que son más de cuarenta.

La sala de llegadas del aeropuerto nos regala un fresquillo que agradecemos.

Sí, ahora sí que estamos en la India y ya empezamos a sufrir el tremendo calor que lo invade todo.

Lo soportaremos con gusto.







( Delhi, cuatro de julio de 1976 )

José Luis López Terol

La Voz de Albacete , 3 de septiembre de 1976