OTOÑO EN ALBACETE

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Fiesta del Árbol

sábado, 12 de noviembre de 2011

EL JUEGO DE LOS ROLES

 

Varias veces amigos en Europa me han dicho que me admiran por el coraje y el altruismo que he tenido en venir a vivir a Etiopía.
Incluso en la cordial despedida de mi empresa, a quien había comunicado claramente que iba a trabajar en una empresa turística, dedicándome a la tasca de logística y marketing, se anunciaba que me iba a vivir a Etiopía, movido por el interés de ayudar a los otros...
La verdad que en mi día a día, liado a pasar presupuestos,  a pelearme porqué un hotel ha subido los precios, o incluso a regatear porqué me hagan una rebaja en el alquiler de los coches, me siento más cercano a un agente de bolsa que a un misionero como me pintan algunos.
Bromas y exageraciones a parte, lo que interesa es como los estereotipos pesan sobre nuestra percepción de África en general, y en la forma que tenemos de relacionarnos con ella.
Estereotipo que pesa sobre nosotros y, naturalmente, sobre los africanos.
La actitud del europeo que va a África ha sido desde siempre la del benefactor, del que lleva el bien: el misionero que va a salvar almas, el explorador que expugna paisajes salvajes llevando a menudo, detrás de si, los ejércitos coloniales, que con sus armas han traído la mortífera luz de la civilización.
Después las formas han mutado, los misioneros se han convertido en cooperantes, los exploradores en turistas y los ejércitos en préstamos y subvenciones para el desarrollo; pero la actitud es siempre la misma, le ayudamos. Le ayudamos con nuestra cooperación, viajes y dinero, pasando siempre por alto que lo que nos llevamos, que aunque sea mucho más inmaterial (experiencias, re-afirmaciones de nosotros mismos, descarga de nuestros sentidos de culpabilidad por estar mejor, …) tiene a menudo mucho más valor de lo que aportamos.
Pero los roles están definidos, y nosotros somos los salvadores, y ellos los salvados, y cada uno atiende a los que se espera de él.
Este discurso lo he escuchado varias veces, pero ahora me confronto con él cada día: casi a cada esquina hay un joven en salud y fuerte que saluda afablemente, dice cuatro sandeces en inglés y luego te pide un birr, o los vendedores ambulantes insisten hasta lo insoportable, esperando que al final les compre “por ayudar”, aunque no lo necesite, o en el bus, a veces soy el único a quien no le dan el cambio…
Al principio dices bueno, que mas da, para mi es barato igual, pero luego te percatas que es aquel mismo sentimiento de salvador que te lleva a esta indulgencia; en el trabajo también, si no se vigila, acabas haciendo todo tu, perdonando responsabilidades a los demás…
Pero, a parte las breves situaciones cotidianas de calle, que siempre son esclavas de la superficialidad y el estereotipo, lo que es más significativo son aquellas ocasiones en que se trata más a fondo con las personas, donde se encuentra la ocasión de construir unas relaciones  que permiten estar al mismo nivel, sin tensiones ocultas y/o intereses que adulteren la forma de ser de cada uno.
Y aquí seguimos llevándonos encima estos prejuicios, aunque a lo mejor en el día a día de la calle nos blindamos y encontramos nuestras formas de resistir a la tentación de nuestro ego de salvadores, cuando encontramos alguien que nos brinda una simpatía sincera y franca, nos sentimos tan felices de poder depositar nuestra confianza en el/ella, que recaemos fácilmente en el vicio de ser “bueno”, invitar siempre nosotros, no ocasionar gastos cuando, al contrario, es normal compartir o bien aceptar la invitación; o si hay un problema, en seguida corremos a querer resolverlo, cuando a lo mejor lo único que se espera de nosotros es que lo escuchemos con empatía, nada más.
Salirse de los condicionamientos de la diferencia es una faena dura que requiere mucho esfuerzo, porqué es natural y humano dejarse condicionar por el peso de los roles predefinidos y esperados por parte de todos, y a veces me siento muy solo en esta tarea de desmontar el estereotipo del “ferenji-dinero-salvador”,  ya que la mayoría de nosotros recae en los mismos errores, como una turista que viajó con mi empresa, que se emocionó tanto por el buen servicio que le hizo un limpia zapatos, que le pagó cien birrs en vez de los dos de la tarifa!!
¡¡No es de extrañarse que luego yo me tenga que pelear para que me den la monedas del cambio!!



4 comentarios:

  1. Importante reflexión la que haces sobre los roles de la convivencia en tu experiencia etíope. Pienso que lo que cuentas forma parte de un aprendizaje que tiene como objetivo desmantelar los tópicos y reafirmar la igualdad aunque sea en condiciones diferentes, bien sean culturales,económicas o sociales. Todos tenemos algo que dar y, por supuesto, mucho que recibir.
    Un fuerte abrazo.

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  2. ¡Cómo entiendo a Emanuele¡Mi amigo Endalnew Gossaye por ahí anda en Adis. Conozco Etiopía un poco. La recorrí durante un mes desde Adis a Wukro en el norte, conviviendo muy de cerca con ellos. Experiencia maravillosa. Recuerdo de su gente inolvidable y de su llamada a los ferenji, pero esto mismo he vivido en otros lugares de Africa y centroamérica(Nicaragua exactamente). Por tanto aunque tenga toda la razón, simplemente es seguir para cambiar esos roles que ya tienen callo y en lo que cada uno pueda, si es que está realmente liberado de sus "culpas", poner sus pies en tierra y no en las nubes antes de tiempo....

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  3. Interesante punto el de Ragni, especialmente porque habla desde lo vivencial y lo reflexiona adecuadamente. Yo creo que la indulgencia excesiva hacia el subdesarrollo, hacia la falta de logros, exacerba una especie de racismo al revés, el del miserabilismo. "Pobrecitos, no hay que exigirles más de lo que dan". Bueno, me niego a esa forma de discriminación. Apostemos a la igualdad, digo, a riesgo de equivocarme y sin conocer África más que por escasas lecturas.

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  4. Leo con verdadero interés las líneas escritas por Emanuele Ragni y el hacerlo remueve una vez más mis contradicciones acerca de lo que África está pagando por la cínica generosidad de los países desarrollados. En diferentes ocasiones he viajado a ese gran Continente, convertido a la vez en fuente y desecho de riqueza. Cuando un turista vuelve de su periplo vacacional lo hace cargado de tal acumulación de experiencias y saberes, casi todos adquiridos a través de explicaciones y localizaciones hechas por los guías, que cuando empieza a contar a los suyos cómo es tal o cual país, su economía, régimen político, libertad, educación, sanidad, etc,etc, parece haber vivido en esos lugares experiencias inimaginables para muchos estudiosos del tema que llevan o han llevado años trabajando sobre el terreno. Me permito citar al fallecido periodista R.Kapuscinski y cualquiera de sus libros. Todos los que hemos tenido la fortuna de conocer lugares "exóticos", hemos caído en las mismas situaciones, sobre todo cuando estos viajes se han dado siendo jóvenes. La edad y la gran aldea global nos permite ver y sentir al otro desde una perspectiva y análisis, no sé si más justas, pero sí menos idealizada.
    Como apasionada del cine y de la lectura basta pensar en títulos que de una u otra manera invitan a” pensarnos" que, como predadores con conciencia lavada, nos dedicamos a quitar a los que tienen poco para luego darles la posibilidad de nuestra generosidad prestada a altísimos intereses.
    El jardinero fiel. John le Carré.
    Coltan. A.V.Figueroa
    La flor púrpura. Chimamanda Ngozi Adichie.
    Blanc bo busca negre pobre. Gustau Nerín.
    El club de la miseria. Paul Collier.

    Felicidades, Emanuele, porque artículos como los tuyos nos permiten resituar culpas y limosnas.

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