OTOÑO EN ALBACETE

OTOÑO EN ALBACETE
Fiesta del Árbol

domingo, 10 de marzo de 2019

“Cinco minutos bastan para soñar toda una vida , así de relativo es el tiempo.”
(Mario Benedetti) 
Evocaciones de un pasado impreciso y  de la geografía donde los vientos australes agitaron nuestra existencia. 
En la década de los 50, mi padre armonizaba el trabajo de albañil con el de chófer en el balneario más importante de Uruguay.     Conducía coches de lujo de una compañía de Montevideo. Su labor consistía en trasladar a las celebridades de la industria cinematográfica que participaban en el “Festival Internacional de Cine de Punta del Este”. 
  Aún recuerdo su camisa nívea, su pantalón azul marino y  su corbata a juego, la indumentaria que lavaba y planchaba nuestra madre. 
 En esa época Uruguay era un país con un alto consumo de cine, sin tener industria audiovisual propia. 
 Aquellas primeras ediciones del “Festival de Cine Internacional de Punta del Este”  pretendían fomentar el turismo a través del cine, mediante eventos culturales de prestigio. Ciertamente, fueron una oportunidad para que mi padre y otros trabajadores de la zona se ganaran la vida. 
 Las impresiones de todo aquello quedaron materializadas  en fotografías que algunos visitantes ilustres le regalaban a nuestro padre. Eran retratos de estudio, en blanco y negro, de un formato mediano, que de vez en cuando mirábamos embelesados.
Dichos eventos comenzaron marcados por las protestas, el desorden y la improvisación. 
  Alsina Thevenet, crítico exigente, fustigó con sus comentarios periodísticos a la organización por una serie de cuestiones que quedaron fuera de control durante varias temporadas. 
 Convencido de que la excelencia debe ser una práctica habitual, el intelectual uruguayo describió con lujo de detalles las equivocaciones que deslucieron la marcha y los resultados de aquellos acontecimientos extraordinarios de nuestra localidad. 
  Por otra parte, manifestó con fundamentación y elegancia que la calidad del material cinematográfico exhibido y el carácter comercial que ostentaban los films latinoamericanos, mal conocidos y subestimados en el exterior, le daban a aquellos encuentros internacionales un aire, propio de una feria, y no de una muestra artística al estilo de los festivales del séptimo arte en Europa, que ostentaban la categoría A,  la letra reconocida por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos. 
  Buen conocedor del poder que tienen las palabras afiladas y cargadas de razones, dijo también que “así como los festivales cinematográficos europeos son exposiciones dedicadas exclusivamente al arte dentro de la cinematografía, el Festival Internacional de Cine de  Punta del Este es un agasajo donde  tienen  cabida  todas  las manifestaciones del cine”. 
  Más claro, el agua. Les dio una cachetada a todos aquéllos que creían que montar un festival de semejante envergadura era cuestión de coser y cantar, sin un mínimo de programación y previsiones. 
  En varias ocasiones, “El Gran Premio de Cine Sudamericano”  fue declarado desierto debido a la  pésima calidad  de lo exhibido. Los jurados de aquellas ediciones entendieron que no  se debía premiar al film menos malo, sino al que tuviera más méritos artísticos.
  Para colmo, en la edición de 1952 los organizadores de dicho evento recortaron el presupuesto destinado a la delegación de Japón; en cambio,lo aumentaron para la delegación norteamericana. Realmente, no tuvieron contemplación con los artistas orientales, con un cine que el público uruguayo había comenzado a admirar a través de las cintas de Akira Kurosawa.
  A pesar de los escándalos y equivocaciones,           nuestros festivales aguantaron los chaparrones.  Milagrosamente, se hicieron populares, especialmente por el premio que recibió Ingmar Bergman y por el número de estrellas internacionales  que acudieron.
  Por el “Festival Internacional de Cine de Punta del Este” desfilaron las personalidades más rutilantes de la fábrica de sueños: Yul Brynner, que por entonces ya había recorrido la ceca y la meca en el sentido literal de la expresión, un  James Stewart, actor  conservador que por entonces no había comenzado a ganar premios, una Debbie Reynolds que acaba de estrenar “Cantando bajo la lluvia”, un Cantinflas, icono mexicano de enormes éxitos, que venía de rodar “Si yo fuera diputado”, una Sara Montiel,  actriz manchega cuya fama fue creciendo como la espuma en toda América y que, por entonces, trabajaba en el cine mexicano y norteamericano, Fernando Rey, que comenzaba a rodar su célebre “Marcelino, pan y vino”, Lola Flores, que en el Río de la Plata fue considerada una estrella del flamenco, cuando en realidad no cantaba flamenco, y muchas estrellas talentosas y glamurosas como Debora Kerr, Sean Connery, Joan Fontaine, Sofía Loren, Ives Montand, Simone Signoret, Silvia Pinal, Silvana Mangano, Silvana Pampanini, Marcelo Mastroianni, Ava Gardner y  actrices y actores argentinos y uruguayos que eran conocidos en el ámbito doméstico del Río de la Plata. 
  Aquellas celebridades que asistían a los Festivales de Cine de Punta del Este parecían seres flotando en las nubes de la serenidad y la felicidad, aunque tal vez vendieran a 1000 dólares los besos de celuloide y recibieran un céntimo por su alma, como decía Marilyn Monroe. 
  Aquella fauna visitante, exótica, mítica, vendedora de “felicidad”, gente que trabajaba generando quimeras que luego el tiempo se encargó de volatilizar, nos salvó del tedio de la adolescencia, aunque no tuvo nada que ver con nosotros, aunque fuéramos público habitual de su arte en la penumbra de un cine de mala muerte.  
  Los recuerdos de aquella época se van esfumando, poco a poco, cogidos a la nostalgia de aquel Punta del Este que, para bien o para mal, también fue  marco de nuestra existencia.
Debe ser por esta razón, que pretendo sujetarlos y los escribo.
De todas maneras, todas esas presencias del pasado me resultan entrañables. Las acaricio porque son parte de lo que soy.
“Vendrá la muerte y tendrá mis ojos” puestos en la retrospectiva de una mirada emborronada que se disipa y se reconstruye solamente  con instantes.  Como la secuencia breve de un film perecedero.

Nelson Muñoz ( escritor y ensayista)


 ( Yul Brynner atendiendo a unos admiradores en un bar de Punta del Este)
Gerard Philippe y Joaquín Torres García en Punta del Este )
( Joan  Fontaine  con Blanca de Mazer y Gérard  Philippe en  Punta del Este )
( Ives Montand firmando autógrafos a sus múltiples admiradores )
( Martha Legrand,Walter Pidgeon y  Silvana Pampanini en Punta del Este )





5 comentarios:

  1. EXELENTE querido primo.Como olvidar los días que te veía leer sentado al sol a la entrada de la cocina mientras se calentaba el agua para el mate que con tanto amor compartían tu madre y la mía.Un abrazo gigante.

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  2. Emocionante relato que te acerca a la plenitud de un tiempo pasado que no volverá. La mirada con la que lo contemplas, en el fondo, está llena de indulgencia, de afecto y melancolía. Tal vez pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, no sea la nota que predomina en tu regreso a los tiempos del Festival de Cine de Punta del Este. También la crítica, puesta en la voz de Alsina Thevenet, objetiva la realidad de aquellos tiempos en los que casi todo estaba esperando ser construido de verdad. No se diferencia mucho la realidad de Uruguay de la de otros países.
    Tu viaje al Maldonado de tus jóvenes años, me lleva también a mí al Golosalvo de la década de los cincuenta a los sesenta. De Bormate, un pueblecito a unos seis quilómetros del mío, venía un hombre con una bicicleta en la que transportaba una máquina de cine. Era un día de alegría en el pequeño y dormido pueblo. El pregonero, a voz en grito, nos anunciaba el título de la película que ese día se proyectaría en el Salón del Pollo. Mi madre, cinéfila total, aunque no sabía (ni falta que le hacía) quién era Bergman), salía como una bala con las dos sillas, la suya y la mía, que colocaba siempre en la primeras filas del improvisado cine. Mientras, mi padre, se quedaba rezongando cosida su mano a las desvencijadas novelas del oeste.
    Puro recuerdo entrañable tu estupendo artículo. Gracias y gracias.

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  3. "Cine, cine, cine, más cine por favor..." La música de L. Eduardo Aute me sirve de entradilla para introducirme en tu texto y sentir desde el principio la presencia de Benedetti. Hasta tal punto que, al empezar la lectura de tu hermoso texto, sentí tu escritura como si fuera la de ese gran uruguayo que Latino América regaló al mundo.
    Conforme tus palabras van asomándose por las esquinas erosionadas de la memoria siento que he entrado en territorio amigo. Que las distancias sólo son medibles en kilómetros, no en emociones. Somos frases de películas que han ido haciendo de nosotros actores sin guión. Y ahí estamos aprendiendo aún el papel. Gracias por dejarme entrar en tu Festival.


    "Y ahora sé lo que debo hacer, seguir respirando, porque mañana volverá a amanecer y quien sabe lo que traerá la marea". Tom Hanks. Naufrago

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  4. "Cine, cine, cine, más cine por favor..." La música de L. Eduardo Aute me sirve de entradilla para introducirme en tu texto y sentir desde el principio la presencia de Benedetti. Hasta tal punto que, al empezar la lectura de tu hermoso texto, sentí tu escritura como si fuera la de ese gran uruguayo que Latino América regaló al mundo.
    Conforme tus palabras van asomándose por las esquinas erosionadas de la memoria siento que he entrado en territorio amigo. Que las distancias sólo son medibles en kilómetros, no en emociones. Somos frases de películas que han ido haciendo de nosotros actores sin guión. Y ahí estamos aprendiendo aún el papel. Gracias por dejarme entrar en tu Festival.


    "Y ahora sé lo que debo hacer, seguir respirando, porque mañana volverá a amanecer y quien sabe lo que traerá la marea". Tom Hanks. Naufrago

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  5. Grandioso resumen de tu artículo el título del inmortal Benedetti. Como bien dice, cinco minutos bastan para recuperar un sueño, una vivencia o un recuerdo prisionero de la memoria. Un firmamento que cada edición del festival de Punta del Este invadía el burgués barrio de San Rafael. Me gustaría que desarrollaras el papel que jugaban los actores y actrices argentinas,especialmente las que se creían “divas”. ¡Qué pena que no conserves esas fotografías que guardaba tu padre!

    Un rafaelino

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