OTOÑO EN ALBACETE

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Fiesta del Árbol

domingo, 23 de octubre de 2011

¿PUEDE EL ARTE LUCHAR CONTRA EL INCIVISMO?


En la Pompeu Fabra, universidad situada casi enfrente de mi casa, cada día se reparte gratuitamente La Vanguardia de Barcelona. Suelen ser ejemplares tintados por alguna  parte y que no se suelen distribuir por los quioscos de prensa, deduzco yo.
 Por la mañana, a primera hora, depositan grandes fardos de ejemplares en la entrada de los dos edificios. Los estudiantes y todos los que componen la comunidad universitaria son los primeros beneficiados, aunque no solamente ellos. Gente del barrio, enterada de la gratuidad de la prensa, acude a recoger su ejemplar y leerlo tranquilamente en casa y sin  pagar un céntimo.
 Esta mañana, mientras  yo me acerca al recinto universitario a buscar mi ración diría de información, la dueña del restaurante chino de la esquina ya regresaba con una gran cantidad de ejemplares que disfrutarán los clientes de su bar.
 Nos hemos dicho “ni hao” (dudo que sea así como se escribe) y ella ha aligerado el paso con la expresión grabada en su cara de estar cometiendo un delito.
Le he sonreído y, levantando mi dedo pulgar, le he hecho el característico gesto de complicidad. Muy bien que la cultura salga del recinto sagrado de la universidad y llegue gratis cuanto a más personas mejor.
 Uno de los artículos centrales – no en cuanto a más importantes- trataba del diseñador de la buena educación, el diseñador gráfico  Jason  Shelowitz.
Al famoso lema de  “prohibido prohibir” se le ha dado la vuelta en una sociedad totalmente permisiva con la falta de respeto al espacio común. El respeto, valor que,  por muy  poco observador que uno sea,  comprobará que se ha perdido casi totalmente refugiado en una falsa máscara de tolerancia.
 Las buenas maneras se han convertido en algo anticuado e, incluso, reaccionario, mientras que la grosería del comportamiento  social, tan habitual en estos tiempos, se llega a  considerar  progresista, espontánea y  moderna o, simplemente, no se le da la más mínima importancia.
Este artista  neoyorquino  ha puesto su creatividad al servicio  de la educación en  Nueva York. Consciente  de que sus carteles cívicos podrían ocasionarle más de un problema, insiste en la reeducación cívica de sus mensajes. Considera su arte  como un servicio público y un gesto de sensatez.
Sus diseños lanzan mensajes que llegan directamente a la gente sin que falten en ellos un cierto sentido del humor. Cree que las reglas  básicas de urbanidad están olvidadas. Y fue en el metro donde creyó que era el lugar donde más se infringían.
Poner los pies en los asientos del tren, no dar las gracias cuando  se aguanta la puerta, no devolver el saludo en el ascensor, hablar a grito pelado con el móvil sin tener en cuenta los viandantes, escuchar música a toda pastilla en espacio públicos son situaciones que, según el el Catedrático de Ética de la universidad de Barcelona, Norbert  Bilbeny, infringen  normas básicas que se han perdido y se han de recuperar, no en el sentido de una cortesía hipócrita, sino de una buena educación cívica y de estos tiempos, porque saltarse a la torera estas normas básicas de relación  humana no conducen, indudablemente, a la libertad.
 Por todo esto,  los carteles de  Shelowitz han causado un auténtico impacto en la sociedad neoyorquina y deberían ser extrapolables a cualquier otra sociedad urbana en cualquier parte del mundo. Los que vivimos en grandes urbes sabemos mucho de todo esto.
Creo interesante reproducir “El decálogo para viajar en metro” para conocer después vuestras opiniones.
1. ASIENTO PRIORITARIO: Deja el asiento a una embarazada, a una persona mayor, a un discapacitado o al cualquier persona que necesite ese asiento más que tú. Algún día  esa persona puedes ser tú. Sé considerado. 
2.POLUCIÓN ACÚSTICA: Tu música puede ser impresionantemente divertida para ti,  pero recuerda  mantener el volumen a un nivel que sólo tú necesites. Cualquier otro pasajero no quiere escuchar tu música favorita. Lo mismo sirve para teléfonos y dispositivos portátiles de juegos. Tampoco, por favor, cantes o rapees con ellos. Gracias. 
3.CONTACTO FÍSICO: Los vagones van atestados y en natural apretarse, pero esto no da derecho a nadie para agarrar o tocar a otra persona. El acoso sexual es ilegal arriba y abajo del suelo. Ten quietas las manos, pervertido. 
4.RELIGIÓN: En este  gran país tenemos libertad de culto. Esto no quiere decir que la gente quiera ser sermoneada cuando va en un convoy. 
5.HIGIENE: Si toses o estornudas, cúbrete con  el interior del brazo, no lo hagas con  la mano y entonces cojas la barra. Es repugnante  y expandes los gérmenes. Mantén tu dedo fuera de la nariz. 
6.ESCALERAS: Utiliza las escaleras como si estuvieras conduciendo. Ponte por la derecha y no pares. Si ves a una persona mayor, a un discapacitado o a alguien con problemas, dale la mano. Te lo agradecerá. 
7.BASURA: No seas un cerdo. Si tienes residuos, guárdalos hasta que veas una papelera. El metro no es un lugar para tirar los desperdicios. Recicla cuando sea posible. (Siempre). 
8.ACCESO AL TREN: Permite a los pasajeros que salgan del vagón. Es cortesía. No obstruyas, muévete al interior y dale la misma oportunidad a los demás. Es lo que se llama ser consciente del entorno. Inténtalo. 
9.COMIDA: Si comes en el metro, evita los productos que ensucien o huelan. Nadie quiere oler  tu comida o coger la barra y pringarse con la salsa BBQ. Es un tren, no un comedor. 
10.LA MANICURA: El vagón no es el lugar para cortarse la uñas. Hazlo en casa. Incluso es una locura mencionar esto aquí.

 Sus campañas empezaron en el 2010. Colocaba sus carteles junto a los oficiales, usando en la calle señales de metal. Ha creado cuatro diseños  con los que intenta denunciar actitudes muy cotidianas como no tirar colillas al suelo, deposiciones de perro o de los caballos.
 Lo más importante, en mi opinión, es que esta campaña de este diseñador gráfico ha servido para activar un debate que estaba subyacente en la vida comunitaria y que  hasta ahora nadie se había atrevido plantear.





 José Luis López Terol

10 comentarios:

  1. HE LLEGIT L'ARTICLE PARLA DE COSES QUE TROBES I PENSES SOVINT I NO TENS GENS CLAR COM EXPRESAR-HO.
    ASSUMPTA

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  2. Que tal si agregamos: No distraigas, no me mires, no respires. Y sobre todo, no traigas mas gente -- somos tantos que ya no nos aguantamos mutuamente.

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  3. Acuerdo 100 %. Más aún: Me cuentan que, debido a los programas de TV. en donde las mujeres chillan, se insultan, no respetan al moderador, etc.se está considerando como normal este comportamiento.Como no creo que el hombre sea lobo para el hombre,propondo un artº 11: "No colaborarás con la cultura del ladrido"

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  4. De acuerdo contigo, Asensio. Desgraciadamente, según mi opinión, el falso concepto de libertad y la demagógica progresía están haciendo un daño enorme a la convivencia cívica, abierta y tolerante. Como tú dices, el hombre no debe ser lobo para el hombre. Si hemos de compartir espacios comunes, ha de ser, ante todo, con el máximo respeto.

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  5. Haciendo causa con los adeptos a los espejismos y con el “laissez fair et laissez passer, le monde va de lui même”, los progres, que no los progresistas, suelen enredar la libertad con cualquier cosa. Suelen caer en una especie de indiferencia hacia las mayorías que estimula la inhibición de intermediar y participar, activamente, en la construcción de la convivencia social.

    Lejos de promover la tiranía contra la autonomía de la persona, la convivencia pautada por las leyes democráticas vigoriza y satisface una necesidad humana imprescindible como es el derecho a ser respetado y la obligación de respetar a los demás. En esa dirección, la normativa cívica no establece la intimidación, sino que garantiza la libertad de todos, una autonomía asentada en normas consensuadas y no en una anarquía sobrellevada a través de los impulsos subjetivos de cada uno, mediante envites y presiones que suelen propiciar la ley del más fuerte y el sálvese quien pueda.

    Es peligroso contribuir al caos y propiciar una coexistencia sin concordia ciudadana, basada en las voluntades, sin criterios firmes ni principios claros. Es negativo para todos el saltarse a la torera las ordenanzas municipales, las leyes democráticas, las normas y disposiciones, puesto que esos actos empeoran las relaciones de la persona con su entorno social y físico y, a la postre, van generando una democracia de baja calidad, con muchos trastornos para todos.

    Es muy fácil ser progre y demagogo e ignorar una realidad compuesta de una gran diversidad, en la que no todos entienden de la misma forma las leyes de la equivalencia, la dinámica social, en la que no todos conciben de manera semejante el respeto a las personas diferentes y más débiles. Es muy fácil caer en el paternalismo barato, es decir, en una de las peores formas de discriminación y manipulación.

    Salvo esta persona anónima, que por lo visto nota represión y racismo en la crítica a los abusos de las personas incívicas, es casi imposible confrontar el respeto a las normas de convivencia con la ausencia de libertad, sugerir extremos donde no los hay, mencionar falta de libertad sin precisar dónde están las demarcaciones de la avenencia social.

    No parece justo ni objetivo dejar caer, sin concretar, que el respeto a las normas sociales implique manifestaciones contrarias a una sociedad que anhela ser más libre, más abierta y más justa, que nuestras obligaciones sociales impliquen inhumanidad, deshumanización y discriminación contra la diversidad cultural y la dignidad de la persona.

    Dicen, y yo estoy convencido, que respetar y ser respetado comprende, ineludiblemente, interiorizar y asumir una serie de normas de convivencia.

    Nelson Muñoz Díaz.

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  6. Además de bien escrito y acertado, insistes en un concepto semántico que origina muchas confusión y que debería ser esclarecido. No es lo mismo ser "progre" que progresista. La democracia, como tú dices, debe preservar que ese espacio común en el que transitan cada una de nuestras libertades no quede atrapado por el más fuerte o el que más grita. Únicamente debe estar regulado por las normas esenciales de convivencia, tolerancia y respeto.

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  7. Últimamente una gran parte de mi tiempo transcurre en vagones, diseñados para que el ciudadano recorra pequeñas o grandes distancias de la mejor manera posible. Esas comodidades puestas a mi servicio se ven continuamente irrealizables por el uso de la libertad que un individuo ejerce en detrimento de esa misma libertad que yo misma requiero. Un objeto como el teléfono móvil que, usado con mesura y educación, está demostrado ayuda a salvar vidas, a socorrer al que pide ayuda, se ha convertido en una auténtica tortura para los viajeros. Ya no hay decoro ni pudor a la hora de exhibir en público intimidades propias de alcoba. Ejecutivos encorbatados debaten sin vergüenza, con voz clara y audible los "quitas y pones" de clientes que confían en ellos, como si estuvieran en un confesionario. Cuando el tren apenas ha arrancado, los abuelos de turno informan a los familiares que acaban de dejar en la estación que "ya hemos salido y te llamaré cuando llegue". Cuando apenas el silencio parece llenar el espacio un "chunda chunda", estridente e infártico me levanta casi del asiento y los primeros redobles del pasodoble "Paquito el chocolatero" se me introducen en mis neuronas que tratan de protegerse inútilmente.
    Con el título de "Escatología" Isabel Coixet, escribe en el Dominical de "El Periódico de Catalunya" un largo artículo dedicado al tema. Tras una larga exposición y reconociendo al final su derrota, la autora del artículo lo termina diciendo: "Por favor, ¿para cuándo una legislación que regule la invasión del espacio sonoro propio?".
    Un elemento a añadir a todo lo anterior agrava la situación de cualquier ciudadano; es un elemento terrible y paralizante: el miedo. Hoy el individuo que campa a sus anchas, escupiendo, dejando bolsas de basura en el suelo, ¡junto al contenedor!, abandonando en los andenes latas y restos de comida, energúmenos que con sus botazas ensucian el asiento que ellos usan como reposapiés, impidiendo que otra persona lo ocupe…"Informadores" del metro, ciegos ante los desmanes de personas que para entrar sin pagar empujan a quien está delante con la tarjeta. Progenitores, que no ven, o no quieren ver a sus retoños pateando un asiento que por edad no han pagado, pero que son incapaces de llamarlos al orden… Ante todos estos despropósitos, el ciudadano carece del valor necesario para llamar la atención, porque a la primera de cambio los infractores de todo tipo tienen en su bolsillo un concepto que hace años solo tenían unos cuantos: "DERECHO" "Si no te gusta, te largas". Y el pobre ciudadano mira a su alrededor, pidiendo apoyo, pero las cabezas están bajas, las luces de los teléfonos móviles actúan de pantalla aislante a todo lo que tenga que ver enfrentarse a la mala educación de personajes que como zombis ocupan un lugar que no les pertenece.

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  8. Estoy de acuerdo al cien por cien con todas las pautas de civismo que expresa ese artista neoyorquino: no es nada reaccionario pedir -y ofrecer- conductas de respeto, educación y tolerancia, que para eso vivimos en sociedad. La única reserva que tengo es acerca del modo en que deba vestir la gente: si bien desde un punto de vista estético, ir enseñando los calzoncillos no me parezca lo más acertado, no creo que el civismo vaya reñido con las modas de un tiempo que, recordémoslo, no son más que una manera, como cualquier otra, de expresión subjetiva de cada uno.

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  9. Estoy de acuerdo,deberíamos volver a tener lo que antes era educación cívica, porque incluso en nuestra propia casa,no nos damos cuenta del mal que hacemos.No podemos regañar demasiado a nuestros niños por miedo a causarle un trauma, cuando antes con una sola mirada nos bastaba para saber lo que estaba mal y bién, y nos asombra que un extraño ponga los pies en el asiento del al lado, cuando el problema creo que es de todos por permitirlo.

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  10. Hemos pasado de una educación totalmente represiva y autoritaria al todo vale y no debe ser así.

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