OTOÑO EN ALBACETE

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Fiesta del Árbol

domingo, 14 de agosto de 2011

Cine Maldonado (1)


   El fervor por el séptimo arte, una pasión que me salvó del pesimismo y el bostezo, se avivó cuando mi tío Casiano y el padre de un amigo comenzaron a invitarme al viejo cine de la calle José Dodera de mi pueblo, a la última sesión de la noche. Por entonces, ni los taquilleros ni los porteros miraban si éramos mayores de edad, puesto que casi todas las películas que se proyectaban en aquel viejo local, según el criterio de la censura oficial, no contenían escenas de sexo y violencia, es decir, que eran aptas para casi todos los públicos, aunque el género de las mismas fuera de policías y ladrones, de guerra, de terror o de bandoleros y salteadores de caminos en el lejano oeste americano. Lo realmente importante era entrar acompañado por una persona adulta.
   Por entonces, existían en Maldonado dos cines, uno el de los padres capuchinos y el otro que funcionaba a pleno rendimiento, cuyo propietario no supe nunca quién era.
  En aquella época, Maldonado se moría de aburrimiento. Seguía sumido en ese profundo letargo cultural propio de un escenario de coordenadas supuestamente inalterables, que no sólo determinaron mi primera adolescencia, sino que  decretaban un panorama de insondable apatía cultural y mental, en el cual la vida de casi todos los fernandinos acontecía lánguida y pesarosa.
   Cuando tuve catorce años comencé a ir al cine sin acompañantes, preferentemente los domingos por la tarde, ya que mi madre me controlaba los horarios. Esa experiencia coincidió con la inauguración del Cine  Maldonado, un local con mil aforos que valoramos como un avance trascendental y como el acabose de la modernidad y la elegancia.
   Mis visitas a dicha sala se hicieron más frecuentes a medida que mi adolescencia germinaba y los problemas familiares comenzaron a abrumarme, a formarme como un ser solitario e introspectivo y cuando mis complicaciones respiratorias se hicieron más apremiantes y con innegables señales de amenaza para mi estabilidad vital.
Por aquellos años, mi sexualidad comenzó a despertar al tiempo que iba conociendo, poco a poco, los placeres y los regalos de un erotismo que me ha dispensado momentos verdaderamente agradables.
    El cine Maldonado no sólo contribuyó a enriquecer una vida humilde como la mía, hijo de la clase trabajadora y a mi despertar sexual, sino que, de alguna manera, me ayudó a ver lo que había detrás de las apariencias sociales y humanas. Colaboró a que supiera de otros mundos lejanos y a que relativizara mi propia situación ante los lazos familiares y ante los vínculos sociales y afectivos. Me auxilió a relacionarme y a observar el universo adulto, a saber algo de las emociones y sentimientos hondos, a mirar la vida más allá del horizonte de un entorno sin promesas de cambio y a tener la evidencia de que los seres humanos somos como hojas llevadas por el vendaval de la existencia, en el que nos afanamos de un lado para otro sin saber bien qué es lo que nos impulsa a ello.
En el presente, casi desmantelado y dejado de lado por las autoridades culturales del ayuntamiento y la población en general, el cine Maldonado, recinto revelador de mi  adolescencia, declina convertido en un establecimiento abatido y olvidado, se va consumiendo ante la indiferencia, a pesar que en otras épocas fue centro de interés cultural y a pesar de haber proyectado arte, conocimientos, sueños y esperanzas. Mengua entre incomunicaciones y silencios tan sólo quebrados por algún paseante de la calle Sarandí.     

(Nelson Muñoz , escritor,comentarista político y filósofo).  
1. El cine Maldonado estaba en la ciudad de Maldonado ( Uruguay) donde nació el autor de este artículo.
 

3 comentarios:

  1. Maravilloso y magistral relato lleno de melancolía por una época que pasó y que pudo ser mejor. Entre todos tus extraordinarios escritos, éste brilla con luz propia, porque desnudar el alma en un viaje al pasado, siempre es una tarea dura en la que se entremezcla la gran contradicción del ser humano: el recuerdo amargo y el placer de hacerlo.
    Tu narración me lleva también a mi época de crío, en mi Golosalvo natal, donde, cada vez que venía el hombre del cine con su máquina de proyectar cargada en su bicicleta desde el vecino pueblo de Bormate, era como si ese día se hubiese declarado festivo. Realmente me sentía feliz.
    Mi madre, loca por el cine, rauda y veloz ,corría a poner las dos sillas en el Salón del Pollo, la suya y la mía, en primera fila, para no perdernos el más mínimo detalle de la película.
    Gracias Nelson por regalarnos tan extraordinario relato que en muchos detalles comparto contigo.

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  2. Gracias por tu relato que nos transporta hacia el lejano sur, en una época, que si bien desde las comodidades actuales pueden verse con cierta curiosidad romántica, bien saben muchos que no fue tan idílica.

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  3. Tanto el relato de Nelson como el de Carmen son fantásticos. Merecerían figurar en una antología sobre el cine de otros tiempos. Mis experiencias fueron distintas, en primer lugar por vivir en la capital uruguaya, llena de cines, y, además, por haber llegado bien temprano a Cine Club y luego, en plena adolescencia, a una institución fundamental que es la Cinemateca Uruguaya. La pasión por el cine surgió "allá lejos y hace tiempo". Agradezco el placer de leerlos.

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