OTOÑO EN ALBACETE

OTOÑO EN ALBACETE
Fiesta del Árbol

martes, 16 de agosto de 2011

El cine de aquellos tiempos


 Cuando yo empecé a ir al cine en la ciudad donde entonces vivía y, a la que sigo yendo, había bastantes salas de cine, teniendo en cuenta que Albacete, la ciudad de la que hablo, estaba y sigue estando en la periferia de la cultura.
El primer recuerdo que guardo de una sala de cine tiene el sonido de carreras de coches, el título de la película no quedó registrado en mi memoria, sin embargo aún siento la mano de mi madre cogiéndome la mía y llevando en la otra a mi hermana pequeña. Oigo su voz diciéndome "ten cuidado con los escalones", porque las veces que íbamos al cine era siempre a "general", a "gallinero".  Los asientos eran sin respaldo y las imágenes proyectadas eran el billete para viajar y sentir en carne propia lo que los artistas interpretaban. Si se llegaba a la sala muy tarde había que subir a la última fila, tocando casi la ventana desde la que salía la proyección; a través del humo polvoriento los chicos ponían las manos y la cabeza haciendo mil tonterías que todos los asistentes a la sala veíamos en la Gran Pantalla. Y lo pongo con mayúsculas porque las imágenes proyectadas eran para muchos de nosotros verdades religiosas, realidades que otros vivían para mostrarlas a un pueblo desnutrido, con hambre de pan y libertad y necesidad de saciarla. El NODO era el preámbulo y los más jóvenes y las parejas de novios lo aprovechaban para buscar mejor sitio. Para muchos de ellos la oscura sala era el único lugar donde podían tocarse, robarse besos sudados por un deseo reprimido; manos deslizándose entre los muslos y que una vez satisfechas las necesidades más urgentes volvían a los reposabrazos de las butacas de platea, a las últimas filas, llamadas " las filas de los mancos". Cuando mi niñez quedó lejos el "virus" del cine ya estaba incorporado en mi torrente circulatorio. Eran domingos de sesiones dobles, de salas abarrotadas, con pasillos llenos y donde la única manera de descansar era apoyándose en la pared y esperar que alguien se cansara para coger su asiento. En invierno, aquellos fríos e intensos inviernos de la llanura manchega,  el cine era el refugio donde los calores humanos se vengaban de una realidad gris y opresiva y donde empecé a tomar conciencia de que existía otro mundo fuera de esa oscuridad del que yo quería formar parte.

(Carmen Sánchez , antropóloga  y enfermera )

  (Antiguo Teatro Circo de Albacete)

1 comentario:

  1. Tanto el artículo de Nelson como el tuyo son dos viajes a la nostalgia, a un tiempo que, aunque no fue mejor, está totalmente incrustado en nuestra memoria colectiva. No tuve la suerte de nacer en la capital y de disfrutar de la magia del cine,aunque de estudiante me perdía más de una tarde en el gallinero del Teatro Circo.
    En Golosalvo el cine era ocasional y muy rudimentario, aunque en mi casa era un día especial. Sobre todo para mi madre y para mí. Sin embargo, cuando iba a pasar largas temporadas a Vallada ( Valencia) casa de mis abuelos maternos la magia del cine era algo cotidiano que podíamos casi tocar con la mano. Además era gratis.
    Mi tío Ricardo,hermano de mi madre, era el dueño de los cines de invierno y de verano. Recuerdo las calurosas sesiones en el cine de verano, bien provistos de los bocadillos de morcilla de carne que nos preparaba mi abuela con un pan recién sacado del horno que aún olía a humo,viendo a las grandes estrellas de Hollywood confundidas con las del cielo. Allí descubrí a Gary Cooper, Henry Fonda, Ava Gadner y muchísimas más. Descubrí que además de mi vida existían otras que siempre me resultaban espectaculares.
    Estos recuerdos están regados con el mayor de los afectos y nostalgias. Y aún viven en mí.

    ResponderEliminar